En colaboración con la G20 Global Smart Cities Alliance y el World Economic Forum.
La ciudad inteligente requiere un gobierno inteligente. Con una administración desordenada en su gestión, desfasada de las tendencias tecnológicas, que no escucha a la ciudadanía o que desoye la ética del uso de las herramientas digitales, solo se puede construir una ciudad estúpida.
Según un reciente informe del Foro Económico Mundial, las ciudades inteligentes se enfrentan a grandes retos acelerados por la pandemia. Lograr superar todos y cada uno de ellos exigirá dedicación, asunción de responsabilidades y uso de la tecnología de forma ética, entre otros puntos.
Datos, el futuro combustible de la ciudad
Tras la sensorización masiva de las primeras décadas del siglo, y la reducción de las ‘islas de datos’ (sistemas de gestión de datos aislados entre sí), los datos se perfilan como el nuevo combustible de la ciudad. A medida que crecen las zonas de bajas emisiones (LEZ) y los derivados del petróleo pierden importancia, el nuevo oro (como llamó Deloitte a los datos) comienza a impulsar las ciudades.
Esto plantea nuevos retos urbanos y sociales que van desde la propia creación o captación de datos, al buen uso de estos. El ‘minado’ de un gran volumen de datos, su procesamiento para extraer información o el análisis de esta para decantar conocimiento no puede hacerse a costa de la seguridad de los ciudadanos o la falta de inclusión, y en muchos lugares, de su privacidad.
Si los derivados del petróleo dieron lugar a un nuevo tipo de urbanismo, de ciudad y de relaciones sociales, los derivados de los datos (esperemos que más limpios) conformarán nuevos sistemas entre personas. Un nuevo marco sobre el que desarrollar las urbes.
Además, para poder compartir lo aprendido con otras ciudades es clave anonimizar la información, procesarla y adaptarla al contexto local receptor. En esta dirección avanza el G20 Global Smart Cities Alliance, cuyo nuevo libro blanco sobre la gobernanza ética ha sido publicado por el Foro Económico Mundial y Deloitte.
Gobernanza ética: ¿qué se puede hacer con los datos recaudados?
En este libro, titulado ‘Gobernando ciudades inteligentes: puntos de referencia de políticas para el desarrollo ético y responsable de ciudades inteligentes’, se destaca una hoja de ruta para un uso ético de los datos y, en líneas generales, de toda tecnología. A menudo se comparte solo el impacto social positivo, pero conviene minimizar la aparición de externalidades negativas.
Bebiendo de informes y propuestas previas, el Foro Económico Mundial ha sintetizado los ‘cinco primeras políticas de la hoja de ruta’, que se desglosan como:
- Equidad, inclusividad e impacto social. Incorporación de normas de accesibilidad en la contratación públicapara garantizar que los servicios relacionados con la tecnología digital sean accesibles para las personas con diferentes capacidades.
- Responsabilidad y rendición de cuentas en materia de ciberseguridad. Definir procesos para evaluar las implicaciones sobre la privacidad de la implantación de nuevas tecnologías urbanas.
- Seguridad y resiliencia. Definición de medidas de responsabilidad para proteger los activos de las ciudades y sus ciudadanos.
- Sostenibilidad operativa y financiera. Establecer políticas de planificación que mejoren la coordinación entre las partes interesadas de la ciudad, reduciendo el coste y complejidad de la infraestructura digital.
- Apertura e interoperabilidad. Desarrollo de un modelo de política para la estrategia de datos abiertos en una ciudad.
Para que el gobierno de una ciudad sea considerado ético, el uso que se le da a los datos y la tecnología también ha de serlo. De ahí que sea clave que los diferentes gobiernos establezcan marcos de trabajo para desplegar políticas que garanticen ese uso ético.
COVID-19, una aceleración digital con pros y contras
Como puede leerse en el informe del Foro Económico Mundial, la pandemia ha hecho que "las ciudades se ajusten a un nuevo paradigma". La COVID-19 ha catapultado los entornos urbanos a un nivel de digitalización y tecnología que no iban a tener hasta los próximos cinco o seis años.
En paralelo a los dolores de crecimiento y los costes de la rápida implantación se encuentran una enorme presión sobre los servicios públicos (con frecuencia desbordados) y un principio de recesión económica. Aumentar la resiliencia tanto de los municipios es imprescindible para conformar una red de protección para el ciudadano. Especialmente en tiempos de crisis.
Según analiza el informe, las ciudades requieren unos cimientos profundos y políticas muy bien marcadas y definidas con las que hacer frente a los cambios que se están produciendo de forma acelerada. De los cinco pilares básicos mencionados previamente, la mayoría de las ciudades analizadas apenas han cumplido alguno (aunque varias destacan con todos):
Aunque no todas las ciudades hayan empezado a implantar estas políticas, sí destaca cómo muchas de ellas ya cuentan con ordenanzas y normativas orientadas a tales fines. La falta de personal cualificado (ciberseguridad), la descoordinación entre departamentos, la no regulación de algunos puntos e incluso las incompatibilidades con leyes nacionales, son algunos de los frenos.
¿Qué se puede aprender de la experiencia?
Según concluye el informe del FEM, tomar responsabilidades por parte de los diferentes organismos es incuestionable a corto plazo. Los líderes de la ciudad han de marcar un compromiso determinante con las políticas anteriores en materia de uso y gestión de datos, o uso de cualquier otra tecnología. Dar ejemplo. Y lo mismo ocurrirá con las ciudades líderes.
Al tiempo, resulta imperativo saber transmitir dentro del cuerpo de funcionarios de la ciudad la aparición de nuevas brechas con el objetivo de cerrarlas. Así como hacer converger los objetivos nacionales a los urbanos, y viceversa: de la misma forma que los gobiernos locales han de comprometerse con el total, es imperativo que a nivel nacional se permita hacer.
Escuchar a la ciudadanía, que se organiza a través de agrupaciones que interaccionan con el gobierno local, es imprescindible. Nada se puede hacer en contra de la sociedad civil. La escucha de posiciones y pedagogía de falsas creencias es más que necesaria. Y en esto las herramientas digitales son una herramienta fantástica para entrar en contacto con la gente.
Por último, se hace necesario un trabajo conjunto entre proveedores de tecnología, empresas privadas y administración. La colaboración público-privada no es solo un eslogan, sino una forma de optimizar los recursos y servir de marco para el desarrollo y resiliencia.
Texto | M. Martínez EuklidiadasImágenes | [iStock/metamorworks], [iStock/JaySi]