Autor | Jaime Ramos
La recarga pública se ha considerado como uno de los obstáculos clásicos para el desarrollo de la movilidad eléctrica. ¿No existen suficientes puntos de carga porque no hay suficientes coches eléctricos o no circulan más coches eléctricos porque adolecemos de infraestructuras de carga? La balanza se inclina cada vez más hacia la segunda opción.
Pronto solo se venderán coches eléctricos
El despegue del coche eléctrico es real y no solo por número de matriculaciones o cuota de mercado. La hoja de ruta de los principales fabricantes ha cambiado para adaptar su oferta a las cero emisiones de cara a la próxima década.
La pregunta relevante en la industria es cuándo las compañías dejarán de vender coches de combustión. Las primeras que se pueden permitir este lujo, valga la redundancia, son las firmas premium. Por poner dos ejemplos, Volvo lo hará en 2030 y Audi pocos años después con una reducción progresiva de su oferta térmica.
Esta realidad contrasta con un despliegue mediocre de la red de carga en la mayoría de mercados. Hasta ahora, las esperanzas del sector se apoyaban en la recarga privada o doméstica. De cumplirse las expectativas, el tan esperado despertar de la recarga pública será imprescindible.
¿Cómo y dónde se carga un coche eléctrico?
Un coche eléctrico puede conectarse a cualquier enchufe. El problema al que nos enfrentamos tiene que ver con la potencia y los tiempos de carga, algo que se acrecienta según ha ido elevándose la capacidad de energética de las baterías.
Si hace no tanto las baterías de los modelos 100% eléctricos apenas llegaban a los 20 kWh, los últimos modelos van acoplándose en un rango de entre 50 kWh y 80 kWh, mirando a los 100 kWh. Esto se conjuga con el hecho de que el mayor sentido de la carga pública es el de lograr una carga relativamente rápida, cuya tecnología entraña unos costes muy elevados. Ante esto, compañías como Tesla están adaptando su red privada para alcanzar los 300 kW de potencia.
Entre los objetivos está cubrir ese lapso tecnológico en el que los modelos eléctricos todavía no podrán recorrer grandes distancias. Así, el sector requiere una actualización y adaptabilidad tecnológica que, cuanto menos, va con retraso.
Los países más interesados en la movilidad eléctrica tratan de acelerar el despliegue a base de inversiones multiºmillonarias. En Reino Unido, el Climate Change Committee estima que serán necesarias 1.170 estaciones de carga cada 100 kilómetros en 2030 para cubrir las necesidades de los conductores eléctricos. La meta está muy lejos de cumplirse.
¿Por qué hay tan pocos puntos de recarga para coche eléctrico en las calles?
La infraestructura de recarga pública se está enfrentando a una serie de nuevos desafíos sin haber solucionado antes los que le azotaban.
Adaptabilidad de la red
La industria se debate entre el retrofitting de antiguos cargadores o la instalación de puntos de carga con las últimas prestaciones de potencia e inteligencia. Compañías como Charge Up Europe exponen los muchos defectos de reacondicionar las nuevas estaciones de carga a las nuevas circunstancias y proponen empezar de cero. A esto se le suman los impedimentos técnicos para integrar los cargadores en las diferentes localizaciones, sobre todo en los espacios urbanos.
Diferentes estándares de carga rápida
A fecha de hoy, la carga se diferencia en función del tipo de enchufe compatible con cada coche. Esto va en función del fabricante y la zona del mundo. Los defensores del coche eléctrico llevan años clamando por un estándar unificado para carga rápida que no obligue a desarrollar estaciones con varios tipos de conectores.
Unificación del servicio
Otra unificación que lleva años luchando por producirse. Va en función de quién da el servicio: entidades públicas, comercios privados o gestores de carga. De ello depende que los conductores tengan que suscribirse para obtener credenciales de acceso o, incluso, el precio final de la carga.
Mantenimiento de las estaciones de carga
Otro factor cada vez más acuciante y relacionado con el retrofitting. Los problemas de mantenimiento de la infraestructura se han incrementado. En California, el principal mercado de eléctricos en EEUU, uno de cada cuatro puntos de carga está inoperativo. Igualmente, existe una patente falta de formación y profesionales a nivel mundial.
Falta de componentes y precio de los metales preciosos
La ralentización en la instalación de puntos de carga viene auspiciada, desde la pandemia, por la crisis global de suministros y el precio de metales como el litio. Estos dos fenómenos globales están provocando, además, un incremento en los costes, ya de por sí elevados, para poner a funcionar una estación de carga rápida.
Todos estos factores exigen, como punto de inicio, un consenso entre los diversos actores de la movilidad eléctrica de cara a compartir unos criterios comunes. Solo así se conseguirá aprovechar el peso de las inversiones y dar amparo al exponencial número de modelos eléctricos que ya empiezan a poblar las carreteras.
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