Autor | Jaime Ramos
Los sistemas de videovigilancia por circuito cerrado (CCTV) han sido una fuente inagotable para nutrir tramas policíacas y de ciencia ficción. El conflicto entre derechos es tan reconocible como el término Gran Hermano. Y es que el control de grandes grupos de población por audio e imagen está a la orden del día.
El primer circuito cerrado de televisión se instaló en Alemania en 1942. Obra del ingeniero Walter Bruch, sirvió a los intereses militares en el lanzamiento de los desafortunadamente famosos cohetes V-2, utilizados durante la Segunda Guerra Mundial para bombardear Londres.
Pasados casi ochenta años de aquel momento, el número de cámaras ha sobrepasado los 10.000 millones en todo el mundo. Las metrópolis de La India y China copan los puestos de ciudades con más vigilancia. En Chennai, por ejemplo, alcanzan 657 CCTVs por metro cuadrado; mientras que en Taiyuan rozan los 120 CCTVs por cada 1.000 habitantes.
Beneficios de las cámaras de vigilancia en la calle
El beneficio urbano que más se identifica con una cámara de vigilancia se encuentra en la seguridad que aporta. Sumado a los instrumentos de reconocimiento facial, resulta un recurso preciado e imprescindible para el cumplimiento de la ley.
Identificación de los responsables de un crimen
Funciona en diferentes niveles. En la actualidad cuesta encontrar un ordenamiento jurídico que no contemple como evidencia en juicio un registro audiovisual tomado en la vía pública por un ente institucional.
La proliferación de las cámaras ha cambiado la propia naturaleza del crimen y el modo en que se persigue. Permite guardar un registro de quienes cometen delitos y elevar las miras para concentrarse en grupos numerosos.
Amparan el cumplimiento de las normas
Además, contribuye a guardar la normativa pública, pues también resulta una prueba en los órdenes administrativos. Ejemplos representativos son los de los radares de velocidad o las cámaras que controlan los accesos a áreas restringidas de circulación.
Ventajas tecnológicas en la ciudad inteligente
Sin embargo, la seguridad no es la única virtud de una cámara en la calle. Gracias a las nuevas tecnologías de tratamiento masivo de datos, son clave para implementar el tránsito urbano o la gestión de aforos. Algunos de estas bondades las hemos vivido en primera persona durante la pandemia de Covid-19.
Desventajas del uso las cámaras de seguridad en la calle
La American Civil Liberties Union (ACLU) resume a la perfección el precio de las ventajas antes comentadas.
No son tan efectivas como parecen
La ACLU pone como ejemplo el caso de Londres. Según los estudios internos, no está probado que el uso de cámaras produzca una reducción cualitativa en la comisión y prevención de delitos. Además, su despliegue supone el 20% del presupuesto británico en la lucha contra el crimen.
Pueden derivar en abusos
Como toda tecnología, su mal uso puede terminar alimentando las injusticias. Pueden poseer una motivación personal y/o criminal, hasta institucional y potenciadora de discriminaciones sociales. Los sistemas de crédito social se basan en cierto grado en el uso de la vigilancia masiva mediante CCTV.
La extinción del consentimiento
Si el marco jurídico en el que germina la videovigilancia es desproporcionado o insuficiente, pueden producirse efectos muy nocivos en detrimento de la intimidad personal. Además, a largo plazo, puede tener un efecto desmotivador de la vida social urbana, lastrada bajo el efecto de la observación permanente.
¿Hasta qué punto precisa una ciudad inteligente de una red videovigilancia?
¿Han de mirarnos las ciudades con un millón de ojos? El sentido de estas tecnologías tiene mucho que ver con el uso final que le otorguemos. Una herramienta así requiere de una normativa completa y mecanismos férreos de autocontrol.
Si bien algunos ciudadanos y legisladores consideran que la anulación de la privacidad puede ser un bondadoso sacrificio que respalde la democracia urbana, casos como el de Moscú, donde ciberdelincuentes ofrecen acceso ilícito a los registros de las redes de vigilancia, demuestran que el potencial de la videovigilancia para ser explotada con fines aviesos por personas dentro y fuera del sistema está presente.
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