Autor | M. Martínez Euklidiadas
El campo de refugiados de Kutupalong es el más grande del planeta por población, con cerca de 600.000 personas y más de 190.000 familias, que superan los 860.000 habitantes si se suman los campamentos colindantes, a menudo bajo el nombre de Kutupalong. ¿Cómo es este asentamiento informal que empezó a recibir refugiados hace tres décadas?
Rohingyas: historia y origen de Kutupalong
Para entender Kutupalong es necesario conocer a los rohingyas (rohinyás o ruaingás), una minoría musulmana y apátrida que solían vivir en Arakan, una estrecha franja costera al oeste de Birmania que nunca fue reconocida como región.
Se estima que esta etnia suma una población de 1,4 millones de personas en el país. Sin embargo, el gobierno birmano nunca reconoció la ciudadanía de este pueblo y, de hecho, en 1982 la ‘Ley de Nacionalidad Birmana’ (que divide a los ciudadanos en tres categorías) denegó de un mazazo cualquier solicitud por parte del pueblo rohingya.
Poco antes de que en 1992 el dictador Than Shwe subiera al poder, la violencia contra los rohingya creció de forma notoria. La operación ‘Nación Limpia y Hermosa’ (1991-1992) fue un instrumento estatal para, directamente, espolear un genocidio contra los rohingya. Es entonces cuando nace Kutupalong como refugio al otro lado de la frontera birmana, en territorio bangladesí.
En 2012, en plena "democratización" del país, el monje budista Ashin Wirathu lidera el movimiento 969, un movimiento antimusulmán y con los rohingyas como chivo expiatorio de los males del país. 150.000 rohingyas tuvieron que huir del país, y desde entonces el goteo ha sido continuo, con dos grandes migraciones.
La migración de 2017 hacia Kutupalong fue la más impactante. La violencia birmana contra el pueblo rohingya fue tal que la población del campo de refugiados llegó a las 800.000 personas. El campo tuvo que ser ampliado varias veces, y la vista satelital resulta más que impactante.
¿Hay planeamiento urbano en Kutupalong?
Aunque el gobierno de Bangladesh lleva décadas tratando de resolver la ordenación de Kutupalong, la presión continua y el goteo de rohingyas hace la labor prácticamente imposible. Este gobierno ha mantenido la puerta abierta al pueblo rohingyas bajo la promesa de que serían albergados "mientras ellos quisieran", aunque las condiciones de vida son horribles.
Debido a que no es posible un planeamiento urbano, Kutupalong se inunda con frecuencia. Varias veces al año, las riadas echan abajo buena parte de las cabañas de madera y junco con el que están construidas las viviendas. En 2018, Human Rights Watch presionó para trasladar a la población a un terreno más seguro y estructuras más sólidas, a ser posible con agua y alcantarillado.
El ‘urbanismo’ de Kutupalong, o la falta del mismo, consiste en viviendas bajas y familiares extendidas a lo largo de una planicie inundable y a menudo cubierta por el barro. No hay acceso a ningún servicio municipal como escuelas u hospitales, al menos no por parte de Bangladesh, que de hecho suele cerrar escuelas informales. Las oficiales corren a cargo de UNICEF, y Médicos Sin Fronteras tiene varios puestos de atención sanitaria.
Dado que tampoco hay servicios de emergencias como bomberos, es también frecuente que los incendios devoren las viviendas y arrasen con todo lo que encuentran a su paso. El último gran incendio, en marzo de 2022, afectó al 66 % de la población de los campos 9, 10, 8E y 8W. Y es que, en efecto, el campo está sectorizado para su gestión.
El campamento que se convirtió en ciudad
Uno de estos sectores es la Extensión del Campo 4, de 2020, uno de los espacios más importantes de cara al futuro del campamento. En ella, un pequeño equipo de trabajadores está diseñando lo que podría ser una futura ciudad. Usando acero y bambú, se están construyendo las primeras viviendas de varias alturas. Además de ser más seguras, ocupan menos espacio y permiten una densificación que libera suelo y reduce el hacinamiento.
No es la única mejora significativa. En 2018 se inició la distribución local de gas licuado del petróleo (GLP), que es más limpio que la quema de carbón o madera. Además, desde hace varios años hay algunas canalizaciones subterráneas que ayudan a la higiene, y desde 2019 una planta depuradora es capaz de procesar los desechos de unos 150.000 habitantes. Muchos rohingyas ya no se consideran refugiados, sino habitantes de una nueva ciudad.
En la Extensión del Campo 4, muchos pasos antes de barro han sido pavimentados y se han mejorado de forma evidente las condiciones de vida. Sin embargo, el gobierno de Bangladesh ha prohibido la construcción de viviendas permanentes (por eso la imagen de arriba muestra una vivienda ‘temporal’ desmontable) e insiste en que los rohingya volverán a Birmania. Por descontado, las familias no quieren volver a un país que los extermina. Están atrapados.
El daño al ecosistema de Kutupalong
Kutupalong está creciendo como una extensión de barro en lo que antes era una selva relativamente frondosa. Como suele ocurrir con los crecimientos explosivos o con la baja densidad, este asentamiento es de alto impacto ambiental. Ya se ha arrasado con casi toda la vegetación de la zona, ya sea para hacer hueco al campamento como para extraer la energía de los troncos.
No es el único impacto. Kutupalong está construido en la ruta migratoria de los elefantes asiáticos (Elephas maximus), una especie en peligro de extinción. La presencia de casi un millón de personas no solo pone en peligro a los elefantes. Estos son territoriales, y ya se han reportado numerosos ataques y al menos 13 fallecidos entre los rohingyas. Y también ataques hacia los elefantes.
La tala masiva desprotege toda la región, ahora mucho más susceptible a fenómenos como riadas, desertificación o inundaciones. El suelo se agrieta bajo el peso del asentamiento y es incapaz de filtrar las aguas. Los pocos pozos aún operativos están siendo esquilmados, y esa extracción de agua subterránea ya está afectando a la vegetación local. Es un modelo altamente insostenible.
Dada la persecución genocida de Birmania hacia los rohingyas, es muy poco probable que campamentos como Kutupalong sean desmantelados pronto. Todo apunta a que este pueblo apátrida tendrá que encontrar una tierra donde prosperar, y que para ello necesitan ayuda internacional urgente.
Imágenes | World Bank, Google Earth, ACNUR, Victoria Milko/CityLab