El futuro de la movilidad y las ciudades inteligentes discurre por la misma carretera. Tras décadas de un urbanismo para automóviles casi tanto como para personas, aparecen nuevos paradigmas con una meta común: crear comunidades más habitables, menos dependientes del transporte personal y más verdes. Hay mucho trabajo por delante.
¿Cuáles son los desafíos del transporte en las ciudades inteligentes?
Impulsar la movilidad sostenible
Carriles bici, estaciones para patines eléctricos y vías peatonales deben ser elementos prioritarios del trazado urbano. Por supuesto, no todas las ciudades pueden aspirar a ser como Ámsterdam, donde hay más bicicletas que personas. La orografía y el clima son factores importantes, y si los pedales no resultan óptimos, otras opciones deben ser exploradas.
Reducir emisiones
Ciudades como Copenhague están probando zonas libres de emisiones donde estará prohibida la circulación de vehículos con motor de explosión. El transporte alternativo y la construcción de ciudades de proximidad también pueden ser de gran utilidad.
Facilitar la movilidad multimodal
Numerosos ciudadanos evitan tomar más de un medio de transporte por el engorro que supone cambiar de estaciones o puntos de conexión. Los sistemas de tarificación separados y con un coste elevado tampoco ayudan. El resultado son trayectos más largos e ineficientes para llegar al mismo sitio.
Reducir los atascos de tráfico
El uso de semáforos y aparcamientos inteligentes ayudan a descongestionar el tráfico urbano. En el futuro, la conducción autónoma será de ayuda al contribuir a mantener un ritmo de circulación constante, aunque no la solución definitiva.
Mejorar la inclusividad
Si las ciudades son para las personas, su transporte también ha de serlo. Las redes municipales y el transporte privado deberían estar preparados para personas mayores y con movilidad reducida. Los niveles de menor renta también deben poder hacer uso del mismo, facilitando su acceso a la enseñanza y a nuevas oportunidades laborales.