Autor | M. Martínez Euklidiadas
En el ideario colectivo los drones de reparto volarán sobre la cabeza de los urbanitas de la misma forma en que hacia 1960 lo hacían los coches de las revistas de futurología. Pero, ¿son aptos los drones para las ciudades? ¿Cuáles son sus retos?
¿Está permitido volar drones en las ciudades?
El control del espacio aéreo varía por países, por regiones dentro de estos países, e incluso por ciudades, de modo que en algunos municipios sí es posible volar drones mientras que en otros está completamente prohibido.
La posición mayoritaria, no obstante, se debate entre una actividad alegal con tonos grises, al no estar regulada de manera específica, y una actividad en la que se otorga permisos sobre ciertas áreas, hasta determinada altura, y en un cierto horario.
¿Qué problemas pueden causar los drones en una ciudad?
En términos generales hay tres grandes retos que cubrir con los drones en terreno urbano. El primero de ellos tiene relación con objetos cayendo del cielo a velocidades elevadas, el segundo tiene que ver con la privacidad y el tercero trata sobre el ‘reparto del cielo’ o cómo establecer prioridades aéreas.
Daño físico causado por dron en caída libre
La caída libre ayuda a comprender el daño físico causado por un dron ante un mal funcionamiento. Un dron de 2 kg cayendo desde una altura de 20 metros tiene una energía de impacto de unos 400 julios. Si el impacto es en la cabeza, se trata de un golpe mortal con una décima parte de esa energía, tal y como han demostrado los Premios Ig Nobel. Y si el dron está volando, el impacto es similar.
Violación de la privacidad pública
Las leyes de la física son universales, no así las leyes sobre privacidad. En muchas ciudades es posible hacer uso de drones con cámaras (para grabación o guiado) siempre y cuando se cumplan determinados preceptos.
En algunas ciudades es posible volar usando cámaras si no se graba, o si la grabación atiende a criterios de información pública y periodística; mientras que no lo es cuando se graba a menores de edad o no se ha pedido permiso, por ejemplo.
Independientemente de las ordenanzas del municipio en cuestión, es importante destacar cómo los drones pueden convertirse en una herramienta de vigilancia, tanto pública (por ejemplo policial) como privada (una grabación personal). Y esto exige un debate sobre ética y tecnología.
Problemas con la seguridad aérea
Muy diferentes son las leyes de vuelo que gestionan el tráfico aéreo, aunque en líneas generales incluso cuando no hay leyes específicas que permitan el vuelo de drones sí hay normas que impiden volar en determinadas áreas o alturas.
Por ejemplo, en aquellas en las que haya tráfico aéreo comercial regulado no es posible bajo ningún concepto volar un dron, por el peligro de impacto que supone para las aeronaves. Tampoco suele ser posible junto a edificios públicos, especialmente no comisarías o centros de gobierno.
Beneficios potenciales de volar drones en áreas urbanas
Pese a los riesgos, y suponiendo una regulación que los tenga en cuenta, existen beneficios potenciales para el vuelo de drones de áreas urbanas. Como no podía ser de otra forma, suelen estar relacionados con sus retos potenciales.
Un caso clásico es cómo, mediante drones, los servicios de la seguridad no tendrán que correr detrás de los delincuentes: bastará enviar un dron y pasear al lugar en el que estos pretenden ocultarse tras un delito. En este sentido son una miniaturización del helicóptero policial.
Otro ejemplo de uso podría ser el envío urgente, como el transporte de órganos para trasplante. Debido al altísimo impacto de volar frente a rodar, el delivery generalizado mediante drones voladores rara vez podrá ser justificado. Sin embargo, sí lo estará de cara a aquellas situaciones más urgentes.
La utilización de drones en las ciudades exige resolver sus retos mediante disposiciones legales que protejan a la población, como ya se hace en otras tecnologías. Aunque, como en aquellas, la ley tiende a ir detrás del desarrollo tecnológico.
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