Autor | M. Martínez Euklidiadas
La recuperación de tierra es un método casi ancestral para ampliar el territorio útil de una región. Generalmente se gana a humedales como tierras pantanosas, marismas o deltas, y hace mucho que se sabe que no es sostenible ni en materia ambiental, de biodiversidad e incluso económica.
¿Por qué se siguen levantando ciudades sobre tierras recuperadas? ¿Cuáles son sus consecuencias?
¿Cómo se realiza la recuperación de tierras?
Ganar terreno al mar es algo que se lleva haciendo milenios. Las primeras ataguías recuperaron tierras clavando profundo y en vertical una hilera de troncos tan rectos y con tan poco espacio entre ellos como fuese posible. Luego rellenaban el interior con tierra. Este método sigue usándose, como demostró el proyecto Tideway Central de Londres con ataguías sobre el Támesis (arriba).
Una alternativa a las ataguías, que suelen ser temporales y muy limitadas en área, es el uso de diques de contención impermeables. Esto permite agenciarse terrenos mucho mayores. La idea del dique es mucho más sencilla en ejecución, porque consiste en construir un muro cerrado tan largo como se desee dentro de la masa de agua. Luego, se encadenan una serie de fases para drenar el agua.
En los pólderes de los Países Bajos, que es como se llama a las superficies ganadas al mar, la primera fase es la de construir un dique de contención que entra en la masa de agua, como puede verse en la fotografía aérea mostrada a continuación. Luego, se usan bombas de achique, tornillos de Arquímedes (fotografía abajo) u otros métodos para drenar el interior.
Una vez el grueso del agua es drenado, el terreno puede rellenarse (land fill) con material para alcanzar cierta altura. Esto ocurrió en el aeropuerto de Hong Kong, en Perth (Australia) o en Abu Dhabi (EAU). Aunque los Países Bajos tienden a dejarlo tal y como está: bajo. Por su fertilidad (durante unas décadas), el área ganada solía usarse tradicionalmente para cultivo, pero ahora es frecuente construir urbanizar con viviendas bajas y aisladas.
En el pasado, cuando no se dependía de la fuerza de los combustibles fósiles, se usaban molinos de viento para drenar agua. En la imagen de abajo se muestra un molino, mientras que la que encabeza este artículo muestra un tornillo de Arquímedes, ambos en los Países Bajos.
¿Cuál es la recuperación de tierras más grande del mundo?
De acuerdo a varios estudios y publicaciones oficiales, China es el país con más tierra recuperada. Ha incorporado a su territorio más de 13.500 kilómetros cuadrados. Le siguen los Países Bajos con 7.000 km^2^ y Corea del Sur con 1.550 km^2^. Por población, Países Bajos es sin duda el estado que más kilómetros cuadrados ha tomado al mar.
Otras regiones como Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos o Singapur destacan por haber urbanizado sobre tierra recuperada y rellenada a posteriori. Las ciudades de Nueva York, Abu Dhabi o Singapur, respectivamente, son ejemplo de ello.
¿Por qué se construyen los pólder?
Históricamente los pólder se erigían por necesidades alimentarias y también como medida higienista porque hasta hace pocas décadas los humedales se veían como entornos sin valor. El propio término ‘recuperación de tierras’ (land reclamation) tiene connotaciones positivas y extractivistas. Ese terreno estaba aparentemente sin uso o peor: se relacionaban con enfermedades como el paludismo, el cólera o la fiebre tifoidea.
Actualmente son frecuentes los problemas de falta de terreno donde construir, por ampliar las aguas internacionales (incluidas las islas convertidas en ‘armas’ o weaponized islands) o con el objetivo de demostrar a otros países la capacidad técnica. En Copenhague se han planteado incluso zonas de ocio ‘flotantes’.
¿Qué desventajas tienen los pólder?
La pérdida de biodiversidad local es el primer gran problema de los pólder. Para su construcción es necesario, literalmente, arrasar con toda ella. Debido a estas actuaciones, enormes humedales no han sobrevivido hasta nuestros días. Allí donde sí lo han hecho, se han protegido e incluso convertido en Patrimonio de la Humanidad, como ocurre en Doñana (España).
Los pólderes exigen atención continua y un elevado gasto en mantenimiento. Los sistemas de bombeo han de trabajar 24 horas, y las reparaciones son frecuentes. En el momento en que el mantenimiento se abandona, el pólder se inunda. Se han dado caso de roturas de diques y de pérdidas humanas.
La pérdida de resiliencia local se lleva documentando durante décadas. Ya en 1994 se demostró el enorme impacto en edificios, agricultura o ecología de la zona que tenía construir un pólder. Las islas creadas por el ser humano en Dubái suponen elevados peligros para la naturaleza (2009) y las emisiones de gases de efecto invernadero para aplicar geoingeniería a grandes territorios (2018) resultan prohibitivas.
¿Es sostenible la recuperación de tierras?
La recuperación de tierras no es sostenible ni a nivel ambiental ni a nivel económico. Los pólder tuvieron su auge en un momento histórico en el que el impacto ambiental ni siquiera era considerado. De haberse creado en la actualidad, probablemente se hubiese usado un término menos eufemístico que ‘recuperación’ de tierras. Los pólder son ‘verdes’, pero solo en su color.
En los años 60 del siglo pasado, organizaciones a las que ahora se les da la razón como ‘Vereniging tot Behoud van de Waddenzee’ o ‘Asociación para la Conservación del Lago IJssel’ ya manifestaron su oposición. Hoy se sabe que el impacto ambiental es elevadísimo, especialmente en biodiversidad y emisiones, pero también para personas y sociedades de forma directa.
Al igual que ocurre con el metro de Nueva York, que ha de ser drenado continuamente para evitar su inundación, los pólderes (especialmente los que no han sido cubiertos por sedimentos) han de mantener un proceso de drenado incesannte. Las aguas tratan de volver a su lugar, contaminando en el proceso acuíferos o debilitando los cimientos de edificaciones e infraestructuras.
Además del peligro para estas, el coste económico de mantener el sistema en marcha también es insostenible. Especialmente ante fenómenos meteorológicos adversos de intensidad creciente como los que nos depara el cambio climático, a los que los pólderes contribuyen. La resiliencia urbana apunta justo en la dirección contraria a este tipo de ‘recuperación’.
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