Autor | Jaime Ramos
La silueta única de The Shard, el rascacielos más alto de Londres, no es casualidad. La aguja que se eleva desde el Támesis cuenta con una historia propia y particular. No es un edificio cualquiera, sino un compendio de esfuerzos de innovación en la construcción.
Al igual que en la Edad Media las catedrales servían de punto de referencia y poder, cuya visión dominaba el panorama urbano, los rascacielos llevan más de un siglo haciendo lo propio como imponentes muestras del poder económico, financiero y de innovación en la construcción.
Es lo que transmite a la visión el World Trade Center en Nueva York o la Lotte World Tower en Seúl. Si hablamos de Londres, el rey de las alturas es, desde el año 2013, el rascacielos The Shard. La "esquirla" o "astilla" constituye el edificio más elevado de todo Reino Unido con 306 metros de altura; el octavo más alto de Europa; y se ha convertido en un símbolo inequívoco del paisaje y la cultura urbana en el centro londinense.
Por qué The Shard es pura innovación en la construcción
Aunque su altura no destaca a nivel mundial, The Shard sí que es considerado un emblema de la arquitectura moderna. En cuestión de elevación, hay que tener en cuenta que, por la zona en la que se encuentra, ya alcanza los límites permitidos por la autoridad aeroportuaria.
En cualquier caso, la idea original de The Shard partió de la mente del arquitecto Renzo Piano, máximo responsable del proyecto en colaboración con los ingenieros de la compañía WSP.
The Shard nació del menú de un restaurante berlinés
El proyecto nacía auspiciado de inicio por el empresario Irvine Sellar, quien se reunió con Piano en Berlín en el año 2000. Resulta más que relevante contar que esa cita tuvo lugar en un restaurante, porque el diseño de The Shard se inspiraría en lo que Piano hizo con las hojas del menú para mostrar a Sellar cuál era su idea inicial del proyecto. Plegó el menú y como un cucurucho invertido lo plantó sobre la mesa.
Su estructura: el motivo por el que The Shard tiene forma de aguja
La idea del italiano era evitar los trazos mundanos de los rascacielos clásicos y trabajar en una estructura única con gran valor arquitectónico. No en vano**, a Piano le debíamos el diseño del Centro Pompidou en París**.
A la hora de concretar el proyecto, el arquitecto italiano se inspiró en la obra del veneciano Canaletto, en específico, en su etapa inglesa. En óleos como "The Thames and the City of London from Richmond House", se pueden observar una sucesión torres que se clavan en el cielo del paisaje londinense como si se trataran de agujas. Esa visión pictórica de Canaletto fue el germen de The Shard.
La agudeza delicada en sus líneas fue arropada por 11.000 paneles de cristal para completar una superficie de 56.000 metros cuadrados. Esa combinación entre la inclinación de sus muros y el reflejo del vidrio le otorga una identidad más marcada, al ofrecer una amalgama de reflejos más complejos que hace que su apariencia mute con la climatología.
Proceso de construcción: un desafío arquitectónico
La crisis económica de 2008 casi defenestró el rascacielos. Fue el momento en que un grupo de inversores qatarí desembolsó 150 millones de libras, el 80% de su presupuesto, para mantenerlo vivo. Por entonces, se concretó que las 95 plantas del edificio albergarían oficinas, apartamentos residenciales, tres restaurantes, un hotel y mirador.
Con todo, el proceso para erigirlo no estaba exento de dificultad. La parcela se reacondicionó, demolición de estructuras incluida, para alojar sus cimientos. El guion que planificaba su construcción tuvo que ser retocado sobre la marcha para un mejor asentamiento. Comenzaron por la base, cuyos pilares principales se extienden hasta 53 metros bajo lo superficie. Hormigón y acero se combinaron en un forjado y unos pilares que permiten una tolerancia al balanceo de 40 centímetros.
Esos mismos materiales también le dan una identidad arquitectónica. Partiendo de la base, The Shard se divide en tres tramos. En el primero, hasta el piso número 40, una estructura en acero rodea a un núcleo de hormigón. En el segundo, que va del piso número 41 al 69, el protagonista es solo el hormigón, prescindiéndose mayoritariamente del acero. En el tercer nivel, la punta de la aguja, que alcanza hasta 95 niveles, desaparece del todo el hormigón y su estructura solo se vale de acero.
Un rascacielos sostenible para su época
Desde el punto de vista de la sostenibilidad, los impulsores del proyecto trataron de dar con un modelo de generación y consumo energético más eficiente. La enorme cantidad de energía que es necesaria para nutrir de calefacción y agua caliente a todos sus niveles fue aliviada gracias a la puesta en marcha de una planta de cogeneración que se alimenta de gas natural.
Es decir, que The Shard cubre con estos generadores alojados en la base su demanda energética y parte de la zona adyacente. El sistema de producción energético del edificio cuenta, además, con el debido aislamiento acústico para paliar la contaminación de esta índole.
Durante su construcción, también se tuvo en cuenta su huella de carbono. En sus cimientos, se logró ahorrar la liberación de hasta 700 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Aunque en la actualidad existen caminos más sostenibles para elevar la eficiencia energética, hay que reconocer que la intención de los promotores por reducir emisiones.
La identidad de The Shard ha trascendido más allá de la innovación arquitectónica
Como se puede comprobar, el rascacielos ha terminado por convertirse en un símbolo de Londres. Ahora bien, no todos los agentes implicados en la concepción del skyline de la ciudad aprobaban la naturaleza del proyecto.
El organismo público English Heritage se opuso a su construcción desde su inicio. Según sus expertos, el rascacielos dañaría la estética del horizonte monumental londinense, en detrimento de otros edificios y monumentos tan sagrados como la Torre de Londres o la catedral de San Pablo.
Sea como fuere, The Shard ha ido ganando seguidores con los años. En 2014 fue galardonado con el prestigioso premio Emporis Skyscraper Award. En los años precedentes, ya había sido una increíble tentación para muchos escaladores urbanos clandestinos, que se encargaron de incrementar su popularidad y que siguieron "haciendo de las suyas".
Con los años, The Shard ha asumido cierto papel de ágora en las alturas. Más allá de su posición en el Skyline de la ciudad, combina su rol de plaza financiera y de negocios; de estancia y residencia de lujo; con la de ser el mirador más privilegiado de la ciudad, con jardines y sede para eventos. En esta última faceta, por cierto, le han salido competidores. Hasta la televisión y el cine también se han fijado en él.
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