Autor | Jaime Ramos
La heurística del ensayo y error ha acompañado a la historia del desarrollo tecnológico. Por supuesto, las ciudades no han sido ajenas a ello, y muchas se han convertido en el escenario que ha visto crecer y decaer todo tipo de soluciones. Repasamos algunos avances tan prometedores como a la postre estrepitosos.
¿Qué es una tecnología fallida?
Una tecnología falla cuando no cumple con las expectativas para las que fue desarrollada. Puede que en su nacimiento parecería prometedora o revolucionaria. Sin embargo, una vez aplicada, se demuestra inútil para desempeñar la función para la que fue concebida.
¿Por qué fracasan las tecnologías en las ciudades?
En realidad, el anterior es solo uno de los motivos principales. El ámbito urbano cuenta con sus propios retos y limitaciones que hace que las innovaciones se topen con impedimentos, como los relacionados con su viabilidad económica; con esfuerzos científicos añadidos y poco prácticos para alcanzar su plenitud; o, incluso, que provoquen consecuencias indeseadas.
Hoy podemos contar decenas de soluciones urbanísticas, revolucionarias a priori, pero que luchan por su despegue. Tal es el caso de Hyperloop. Esta red de cápsulas capaz de viajar a 1.100 km/h, impulsada desde hace años por Elon Musk, se está encontrando con muchos obstáculos que de momento lo alejan de la idea de unir Los Ángeles y San Francisco en 30 minutos.
Aunque es pronto para condenar Hyperloop, esta y otras soluciones actuales pueden aprender de algunas tecnologías que confirmaron su fracaso o que, resultando prometedoras, nunca despegaron.
1. El coche eléctrico… a principios del siglo XX
La industria de la automoción nos cuenta hoy que el coche eléctrico es nuestro presente. Así se demuestra en varios puntos del globo donde los eléctricos alcanzan cuota de mercado inéditas y en núcleos urbanos donde ya solo pueden transitar vehículos electrificados. Sin embargo, su tecnología es más antigua de lo que parece.
A principios del siglo XX existían eléctricos primitivos que superaban autonomías de 100 kilómetros. Y no solo eléctricos, hijos de la segunda revolución industrial también fueron los motores híbridos y la pila de combustible de hidrógeno. La primera electrificación involucraba a varios fabricantes, algunos tan prestigiosos como Porsche, que desarrolló un coche con autonomía de 78 kilómetros.
¿Por qué fracasó? Como tecnología emergente, los coches eléctricos se enfrentaban a numerosos desafíos. Estos nunca se exploraron debido en gran medida a que, el modelo industrial que introdujo Henry Ford (junto a la presión de la industria) adquirió una hegemonía lo suficientemente intensa como para borrar el resto de alternativas durante unas cuantas décadas.
2. Hogares producidos en serie con moldes de hormigón
Ford proporcionó al sistema capitalista su quintaesencia con la producción en serie. Pero, ¿y si la construcción de edificios aplicase una idea similar? Este era el ideal último de la aventura de Thomas Edison en el sector de la producción de hormigón.
El inventor y empresario se involucró en la mejora de los procesos de producción elucubrando un tipo de horno que trajo bastantes beneficios a su compañía. El siguiente paso fue idear un nuevo modelo de negocio, basado en la creación en masa de hogares a partir de moldes de hormigón. El proyecto partía de un molde estándar de una casa de tres plantas y seis dormitorios. Edison también contemplaba dentro del mismo patrón moldes para muebles de hormigón. El precio final de la casa sería de 1.200 dólares de la época.
¿Por qué fracasó? Edison abandonó la idea después de siete años al no lograr un material con garantías para culminar el proyecto, algo que alejó también a los inversores.
3. Transporte de energía eléctrica sin cables
Enemigo declarado de Edison, Nikola Tesla fue un genio sin paragón. El padre de la corriente alterna dejó por el camino innumerables innovaciones prometedoras. Uno de los proyectos más ambiciosos y con mayor potencial para modificar nuestra forma de vida fue su ideal de transportar energía eléctrica sin cables.
En 1901, el invento logró una financiación de 150.000 dólares que utilizó para erigir una torre de 86 metros de alto, Wardenclyffe Tower. Tesla no solo quería explotar las ventajas en el campo de la radiofrecuencia, su ambición iba más allá. Estaba decidido a demostrar que podría iluminar la ciudad de Nueva York transmitiendo millones de voltios vía aérea.
¿Por qué fracasó? El mega-proyecto de Tesla necesitaba más financiación para seguir adelante y su mecenas, JP Morgan, cortó en seco el grifo del crédito por miedo a que este nuevo sistema de distribución energética perjudicara a otros de sus negocios. La idea de Tesla, no obstante, ha tenido cierto recorrido científico con el paso de las década y sigue en el aire.
4. Las utópicas ciudad-jardín y ciudad radiante
Dentro de la planificación urbanística, han existido en la historia moderna tendencias que en su concepción mostraron un enorme potencial para lidiar con los desafíos de las ciudades. Algunas constituyeron el germen previo de los principios de planificación urbanística que eclosionaron a partir de la segunda mitad del siglo XX, con el nuevo urbanismo o el crecimiento inteligente.
Décadas antes, en el paso del siglo XIX al siglo XX, urbanistas del calado de Ebenezer Howard y Le Corbusier trataron de innovar con soluciones adelantadas a su época. Fueron padres de dos ejemplos paradigmáticos: la ciudad-jardín y la ciudad radiante.
Coinciden en ser modelos racionales de planificación urbana en los que priman con brillantez la eficiencia, la potenciación de las zonas verdes y, en definitiva, la combinación entre el beneficio económico y el bienestar social.
¿Por qué fracasaron? Ambas corrientes compartieron el problema de que sus aproximaciones teóricas no se correspondían con una realidad urbana y social compleja. Mientras que la ciudad radiante pecaba de una racionalidad demasiado impostada como para ser aplicada de forma práctica, la ciudad-jardín sumó varios casos de éxito en todo el mundo, una gran cantidad de estos terminaron emborronándose e, incluso, pervirtiéndose y sirviendo los fines de una urbanización e industrialización desmedida. Aun así, hoy los principios de Howard permanecen como referencia.
5. El monorraíl
Durante buena parte del siglo XX, el monorraíl fue el transporte de un futuro que no terminaba de llegar. Entre sus ventajas se encontraba que su vía se presta a instalarse ocupando menos espacio que el del ferrocarril convencional. Se adapta con más facilidad.
¿Por qué no despega? Pese a que podemos verlo en diferentes puntos del planeta, el monorraíl no ha cuajado como medio de transporte masivo y funcional. No suele atraer las miradas de las autoridades y eso que, variantes como los maglevs alcanzan los 400 km/h. Lo cierto es que, desde finales del siglo XIX, persisten desafíos técnicos, como el que implican los sistemas de cambio de rieles.
Un ejemplo de fracaso fue el intento de solventar algunos de los problemas de transporte de pasajeros de Bombay con el monorraíl. La ciudad india terminó clausurando en 2019 la única línea en funcionamiento. Esta, apenas asumía el 10% del tráfico de pasajeros esperado. Muchas de las soluciones urbanísticas que vemos hoy (Hyperloop, los vehículos autónomos o los eVTOL) deberían tener en cuenta los fracasos pasados para poder fructificar en las ciudades inteligentes.
Imágenes | Johnny Cohen, Wikimedia.commons/NPS.gov, Wikimedia.commons/Ebenezer Howard, Wikimedia.commons/Dan Leveille, Flickr/Governo do Estado de São Paulo