Autor | M. Martínez Euklidiadas
¿Por qué humean las calles de la ciudad de Nueva York? Turistas y amantes del cine capturados por su paisaje urbano se preguntan el motivo por el que algunas calles de la ciudad emiten vapor de agua cuando baja la temperatura. ¿El secreto? Debajo de las calles se encuentra el corazón de la ciudad: literalmente, un sistema de bombas que desplazan el líquido vital a sus extremidades, los edificios.
Bajo la ciudad de Nueva York hay más de 160 kilómetros de conductos de vapor. Una red capaz de entregar calor (y frío, y hasta electricidad) a cientos de edificios, sin duda una ventaja frente a la calefacción de caldera individual de gas o carbón. Fue el primer gran sistema de calefacción de distrito de Estados Unidos, y a día de hoy sigue siendo la más grande del país. Así es como funciona.
¿Por qué Nueva York optó por la calefacción urbana? Una solución inteligente
Corría el siglo XVIII y la climatización de entonces provenía de calderas de carbón, no particularmente aconsejable para la crisis climática o los pulmones. Otras grandes ciudades habían tenido graves problemas de contaminación asociados a chimeneas y calderas individuales (Londres, en 1952, pagaría su error con miles de muertos), por lo que Nueva York adoptó una posición parcialmente distinta.
Aunque la distribución de calor por tuberías alejadas de la fuente existe desde hace un par de milenios, y que hacia el siglo XIV hubo algunos intentos urbanos de importancia (como es el caso de Chaudes-Aigues), lo cierto es que no fue hasta el siglo XIX que se empezó a experimentar con grandes instalaciones y una tecnología más estable de calefacción urbana.
Una de estas gigantescas instalaciones yace bajo la primera metrópolis del planeta y es capaz de llevar el calor y el frío a ‘grandes’ distancias de unos cuantos kilómetros. El objetivo de esta tecnología, desplegada desde 1882 por la New York Steam Company, era el de climatizar el World Trade Center del distrito financiero.
Hacia 1936, la Consolidated Edison (ConEdison, nacida como New York Gas Light Company en 1823) se hizo cargo de las instalaciones de climatización de distrito que hoy calientan edificaciones como la Grand Central Terminal (1871), el Chrysler Building (1930), el Empire State Building (1931), el complejo de 19 edificios del Rockefeller Center (1939) o el edificio de las Naciones Unidas (1952).
La historia reciente de la ciudad ha estado muy ligada al crecimiento de este sistema de climatización. Con ello, Nueva York ha logrado aprovechar mucho mejor las máquinas y el combustible necesario para climatizar viviendas y oficinas. Gracias a la ‘elevada’ densidad de la ciudad y la cantidad de edificios, han podido diseñar un sistema centralizado muy eficiente.
Ventajas y desventajas de la climatización centralizada neoyorkina
Entre las ventajas de la climatización centralizada se encuentran:
● Sistema mucho más barato de instalar y mantener que alternativas individuales. Aunque son instalaciones más grandes, también son más baratas per cápita.
● Alta eficiencia. En origen, calderas más grandes y eficientes. Ahora, cada vez más, bombas de calor y sistemas de cogeneración bajo el mismo principio: es más eficiente tener un par de máquinas gigantes que miles pequeñas.
● Despreocupaciones de los vecinos. Quizá el rasgo más relevante es que los vecinos, empresas incluidas, quedan despreocupados del mantenimiento.
Sin embargo, entre sus desventajas se encuentra:
● Si el sistema es de combustión de carbón, gasoil, gas natural, biogás, etc., existe un importante foco de contaminación química local allí donde esté la planta, así como térmica y acústica.
● Funciona muy mal en baja densidad, debido a que el tamaño de los conductos es mucho más grande y hay más pérdidas por transporte. Por eso tiene tanto sentido en la Nueva York de los rascacielos.
● Existe la posibilidad de que los usuarios no valoren el coste ambiental del sistema, y que hagan cosas como abrir las ventanas con el sistema en marcha en lugar de cerrar radiadores.
Nueva York también cometió algunos errores
El año 1918 marcó un hito en el sistema debido a la pandemia de gripe. La ciudad de Nueva York ordenó que los radiadores de vapor fuesen descomunalmente grandes en el interior de las viviendas, y que estas mantuviesen abiertas las ventanas en todo momento. Básicamente, se ordenó desperdiciar energía a falta de mejores medidas sanitarias.
Tampoco ayudó mucho que un par de décadas más tarde la Guerra de Vietnam (1955-1975) impidiese el relevo generacional del mantenimiento del sistema, como explica Dan Holohan en ‘The Lost Art of Steam Heating’ (1992) y su reedición de 2017. Esto afectó gravemente al sistema de climatización por vapor, que retrocedió bastante, afectando a la disponibilidad del servicio e incluso provocando algunas explosiones debido a la falta de mantenimiento.
De 1987 a 2018 hubo algo más de una docena de explosiones, las más recientes en 2018, cuando una fuga de vapor reventó un pedazo de hormigón y liberó amianto a la atmósfera. Aunque no hubo afectados y el aire se limpió rápido, esta infraestructura también ha contado con diseños poco óptimos e incluso negligentes como es el uso de amianto.
¿Cómo será el futuro de la calefacción de distrito neoyorquina?
Como resultado de aquel derroche mencionado previamente, desde 2016 una serie de ordenanzas locales obligan a los edificios a realizar auditorías energéticas. Bill de Blasio fue el alcalde impulsor de esta renovación urbana, bajo el eslogan de Green New Deal. Parte del objetivo era revertir el desperdicio energético asociado a las conducciones de vapor.
Otro alcalde, en esta ocasión Michael Bloomberg, impulsó de forma notable una tecnología complementaria mediante plantas de cogeneración en 2010. Con la cogeneración, se comprime el vapor suministrado por la ConEdison para extraer energía eléctrica, vapor a más temperatura e incluso frío industrial una vez ha pasado por un ciclo de expansión.
Nueva York está ampliando su red de vapor, complementándola con sistemas como plantas de recuperación, fotovoltaica o ciclos combinados, para poder dar un servicio más ecológico que el que tendría cada edificio con su propio sistema individualizado. Con ello, marca la hoja de ruta para el desarrollo de ciudades más sostenibles, que requiere de infraestructuras comunes y mancomunadas.
Imágenes | John Fornander, Clément Falize, Jeffrey Blum