Autor | Jaime Ramos
El aumento de la población mundial y el incremento demográfico que vivirán las ciudades desvelan desafíos mayúsculos para próximas décadas. Relacionado con ello existen fenómenos que nos invitan a pasar a la acción ya mismo. Uno de ellos consiste en qué hacer con la basura que generamos.
Y es que los vertederos a cielo abierto o landfills persisten como una de las formas más habituales de tratar los residuos. Este sistema ya resulta insuficiente. Según el Banco Mundial, en el mundo se generan más de 2.000 millones de toneladas al año. De estas, por los menos un tercio no recibe un tratamiento medioambiental adecuado. Por cantidad, el problema se acentúa en los países con mayor renta per cápita: solo el 16% de la población mundial es responsable del 34% de todos los residuos.
¿Qué es un vertedero a cielo abierto o de superficie?
El término vertedero se refiere a la localización en la que se depositan los residuos y basuras producidos en áreas urbanas y rurales. Lleva asociado el conjunto de técnicas utilizadas para el tratamiento (o no) de los residuos.
El problema con los vertederos: por qué han de evolucionar
Los vertederos evitan que la basura acabe en el medio ambiente y cause estragos mayores. Sin embargo, suponen en sí una dudosa solución, semejante a un parche. ¿Qué problemas acarrean? La Universidad de Colorado distingue dos grupos:
Medioambientales
La basura en descomposición produce, en cantidades intolerables para el planeta, dióxido de carbono y metano. Es decir, gases de efecto invernadero. Aparte de ello, destruyen los hábitats naturales y, en aquellos lugares donde la regulación no obliga a una protección anti-fugas, las filtraciones de sustancias como amoniaco y mercurio terminan por causar la temida eutrofización.
Sociales
No son solo una molestia para los vecinos, sino que incrementan los riesgos sobre la salud y devalúan los terrenos donde se sitúan. Además, terminan alojándolos los barrios más desfavorecidos.
Hacia los vertederos inteligentes
Reciclaje, tratamiento inteligente de residuos y la reducción del uso de los materiales más contaminantes o que más impacto producen. Estas son las soluciones que las ciudades han ido abrazando.
Singapur: un vertedero oceánico perfeccionado
Con todo, esto no hará desaparecer los vertederos de la noche a la mañana. En Singapur, conscientes de ello y de la protección que requiere su hábitat marino, han empleado sus esfuerzos en perfeccionar el vertedero de Semakau. El centro se ha encorsetado por un perímetro de 7 kilómetros de roca que lo separa del océano.
Allí se han implementado las técnicas de separación (entre incinerables y no) y la compactación. Igualmente, han recurrido a pantallas de limo y capas impermeables. Esto deja paso a un proceso que termina con la degradación de los residuos y su devolución parcial y segura al medio ambiente.
Reciclaje automatizado y monitorizado: Oslo y San Francisco
Estas dos ciudades son dos ejemplos en los que se ha demostrado el éxito de la introducción de tecnologías de automatización y monitorización. Prueban que los vertederos inteligentes no se entenderán sin la aplicación del Big Data y la Inteligencia Artificial.
En la capital de Noruega, la automatización incluye un sistema de reconocimiento óptico, perfeccionando un complejo sistema de separación que le permite reciclar 5.000 toneladas de basura al año.
En San Francisco han ido un paso más allá. La compañía Recology ha invertido 20 millones de dólares en una flota robotizada capaz de desempeñar diversas funciones de separado y reciclaje. Además, se está aplicando el Big Data para múltiples tareas, desde incrementar la eficacia de esta tecnología, a diseñar las rutas de recolección.
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