Autor | M. Martínez Euklidiadas
La arquitectura resiliente al clima muestra un tipo de urbanismo orientado a la estrategia de adaptación climática. Uno que hace frente a eventos adversos que azotan las ciudades. Responde a la pregunta: ‘¿Qué puede hacer la arquitectura y urbanismo para que las ciudades puedan sobreponerse a los desastres que vendrán?’. La respuesta es algo extensa.
Qué es la arquitectura resiliente al clima
La resiliencia es la propiedad mecánica o material para "recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido", sin deformarse. A diferencia de la resistencia, que se caracteriza por una deformación previa seguida de la rotura si la perturbación es muy grande, la resiliencia deja pasar la energía a su alrededor, evitando el colapso.
Se define arquitectura resiliente como aquella capaz de recuperarse rápidamente tras las perturbaciones ocasionadas por el ser humano (guerras, incendios, accidentes con maquinaria) y la arquitectura resiliente al clima como aquella capaz de volver a su estado inicial tras eventos climáticos catastróficos como tornados, tsunamis, olas de calor o nevadas.
Una arquitectura resiliente al clima es la que es capaz de soportar con éxito graves daños como riadas, inundaciones o sequías severas. Dado que el número de desastres naturales no dejará de aumentar en las próximas décadas, en parte debido al calentamiento global, conviene que las urbes se preparen. ¿Cómo hacerlo?
Tres ejemplos ‘low cost’ para diseñar ciudades resilientes al clima
Los manglares son un fantástico ejemplo de posible adaptación urbana climática a eventos catastróficos como huracanes. Este tipo de vegetación y ecosistema, altamente denostado en las décadas pasadas, se ha demostrado como uno de los mejores rompeolas imaginables. Desde luego, mucho mejores que los Xbloc de hormigón que se colocan en puertos y diques. Una ciudad que proteja o restaure sus manglares estará más segura ante crecidas bruscas. Las costas de Kenia y Tanzania son ejemplo de políticas activas de protección.
Al tiempo, una ciudad que haya desplegado una densa y frondosa masa arbórea y vegetal será capaz de soportar los veranos calurosos bastante mejor. La masa vegetal estabilizará la temperatura aportando sombras y evapotranspiración, lo que evitará muertes por golpes de calor o un consumo excesivo de energía. Además, protegerá las especies del ecosistema. Eso es precisamente la resiliencia: protección ante eventos. Singapur es de las ciudades con más áreas verdes efectivas.
En un tercer ejemplo, una ciudad multiplica sus áreas verdes de forma que las cíclicas entradas del agua en la urbe tengan múltiples puntos de evacuación. Las ciudades esponjas funcionan así. Al aumentar el suelo (el suelo ecológico, no el área pavimentada) se ayuda a hacer la ciudad más drenable. Cuando vengan las riadas, el sistema de alcantarillado no se saturará, y el agua rellenará los acuíferos. La ciudad de Zhengzhou es una de las más activas al respecto.
Si se han elegido tres aplicaciones arbóreas y vegetales es para demostrar que estos proyectos de arquitectura resiliente al clima no tienen por qué ser complejos, costosos o tecnodependientes. De hecho, muchos de ellos se basan en soluciones adaptadas de la naturaleza, o directamente de soluciones naturales cuyo coste es a menudo residual (pero exige planificación).
¿Es posible mejorar la resiliencia de la arquitectura?
Si en los ejemplos previos se hablaba de resiliencia urbana, la arquitectura tiene un enfoque aún más localizado: en el ámbito del bloque o del edificio. Y sí, es posible aumentar la resiliencia arquitectónica, empezando por:
● Hacer uso de materiales que resistan mejor algunos envites climáticos. Por ejemplo, las construcciones de madera son una opción barata a corto plazo pero cara a largo plazo frente a tornados.
● Usar la forma de los edificios para construir entornos menos dependientes del consumo energético. Por ejemplo, con torres de viento que ayudan a extraer el calor o sombras.
● Aumentar la complejidad de los sistemas arquitectónicos aumentando la variabilidad de las edificaciones.
Los sistemas complejos son más resilientes que los simples dado que estos últimos tienden al fallo. Es por ello que se aconseja una arquitectura variada y rica, en lugar de una monótona y repetitiva. Combinar diferentes formas y materiales reduce las probabilidades de que todas se vean afectadas para mal por el mismo fenómeno.
Resiliencia urbana económica y social, imprescindible
Cuando se observan los eventos climáticos adversos y se habla de arquitectura resiliente al clima, a menudo se ignoran las implicaciones económicas y sociales de eventos como el calentamiento global y sus consecuencias: las sequías, los incendios, la falta de cosechas, la penetración de agua salada en acuíferos, la falta de estabilidad estacional, etc.
Lo cierto es que el clima afecta a todas las dimensiones humanas, economía y sociedad incluidas. Una ciudad resiliente al clima ha de tener en cuenta dos preceptos clave:
1. No debe agravar el problema ambiental
De poco sirve adoptar una estrategia de adaptación que no tenga en cuenta la necesidad de reducir el impacto ambiental. Es por ello que las ciudades necesitan adaptar el funcionamiento de su arquitectura para evitar futuros traumas. Algunos puntos relevantes son:
● Un urbanismo basado en una arquitectura de densidad media y uso mixto favorece la movilidad activa y atenúa la necesidad del vehículo en propiedad.
● Una arquitectura bioclimática que tiene en cuenta el clima reduce el consumo energético de la ciudad.
● La arquitectura ha de tener una energía incorporada en sus materiales baja y una alta durabilidad. Es decir, los megajulios por kilogramo y año (MJ/kg-a) han de ser bajos.
2. Se debe trabajar en el aspecto socioeconómico de la ciudad
La resiliencia socioeconómica es tan importante como la ambiental. Al menos para las personas que habitan un territorio. Ser capaces de sobrevivir con éxito a una gran sequía o a un incendio que ha inhabilitado los campos de cultivo cercanos es tan importante como disponer de mecanismos de producción de comida en las inmediaciones. La arquitectura puede ayudar:
● Construyendo en altura se libera suelo para uso pseudoagrícola, por ejemplo, árboles frutales en jardines.
● La arquitectura permite el cultivo vertical y de interior, ajeno a las inclemencias del clima.
● La comida kilómetro cero se ha descubierto como una herramienta interesante para preservar cierta autarquía.
Arquitectura resiliente, urbanismo resiliente, territorio resiliente
Llegados a este punto conviene tener en cuenta que la arquitectura resiliente y el urbanismo resiliente en que se engloba tienen, a su vez, el denominador común del territorio o la región.
Al igual que es poco viable desarrollar políticas sostenibles en el ámbito del edificio sin tener en cuenta sus impactos urbanos —por ejemplo, hacer eficiente la climatización de un chalet aislado y dependiente del coche—, resulta muy difícil si no imposible alcanzar ciudades resilientes y sostenibles sin trabajar de forma conjunta sobre el territorio.
Los territorios resilientes al clima tienen en cuenta, por mencionar algunos puntos, la escorrentía derivada de lluvias agresivas, y cómo la vegetación puede afirmar el suelo y evitar que esa masa de barro impacte contra viviendas o infraestructuras. También tiene en cuenta la política de agua en cultivos en zonas clasificadas como secas.
No cabe duda de que la arquitectura resiliente al clima será un aspecto fundamental de la estrategia de adaptación climática ante el calentamiento global. Una pieza fundamental que conviene impulsar y desplegar cuanto antes.
Imágenes | Ricardo Gomez Angel, Maitheli Maitra, Eugene Kuznetsov, Patrick Harms