Autor | Lucía Burbano
One World Trade Center no es únicamente el edificio más alto de Nueva York o el cuarto del mundo. Su importancia recae en su valor emocional. El diseño de David Childs, de SOM, se emplaza en el lugar que ocupaban las Torres Gemelas, destruidas en el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001. Un rascacielos que cicatriza heridas y mira al futuro.
One World Trade Center, mucho más que un rascacielos
El proyecto de One World Trade Center se gestó poco después de un ataque que conmovió al mundo entero. En 2002, las autoridades decidieron que las desaparecidas Torres Gemelas serían reemplazadas por edificios de oficinas, un museo, un monumento que recordara a las víctimas y un parque. El espacio se denominó ‘Zona Cero’.
La Lower Manhattan Development Corporation convocó un concurso que inicialmente ganó el arquitecto Daniel Libeskind con una propuesta de una torre asimétrica que evocaba a la Estatua de la Libertad. Se alzaba a la misma altura que el World Trade Center original, coronada con una aguja que elevaba el rascacielos hasta los 541 metros o 1.776 pies, fecha de la independencia de Estados Unidos. El entonces Gobernador de Nueva York, George Pataki, bautizó el diseño como Freedom Tower.
Sin embargo, existían varios copropietarios con derecho a voz y voto, entre ellos, la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey y la de Larry Silverstein, propietario de las Torres Gemelas. En 2004, este último prefirió la propuesta de David Childs, arquitecto del despacho Skidmore Owings Merrill (SOM) autores, entre otros, de la Torre Willis o del Burj Khalifa.
Una torre que mira al futuro
Ante el reto de enfrentarse a un proyecto de semejante carga simbólica, Childs diseñó un rascacielos poliédrico que representara el futuro y la esperanza, pero en el que destaca su simpleza y elegancia.
A medida que la torre se eleva desde una base cúbica, sus bordes se biselan hacia atrás, dando lugar a una forma poliédrica formada por ocho triángulos isósceles alargados. En su parte central, la torre forma un octógono perfecto, culminado en un parapeto de cristal cuya planta es un cuadrado que gira 45 grados respecto a la base. El efecto que genera el edificio es el de una forma cristalina que capta la luz solar refractada en constante evolución, como si de un caleidoscopio se tratara.
Las entradas están delimitadas por marquesinas de cristal y grandes muros de malla metálica enmarcados por portales metálicos, que permiten acceder de forma independiente al vestíbulo que conduce al observatorio, a los sistemas de transporte y a las oficinas situadas en el edificio.
Estas entradas transparentes permiten que la circulación de los peatones fluya hacia las plazas circundantes, concebidas como zonas abiertas y verdes de reunión y de descanso, desde donde se accede al monumento que recuerda a las víctimas del ataque terrorista.
El Departamento de Policía de Nueva York solicitó que la base fuera de hormigón macizo sin ventanas para proteger al edificio contra camiones bomba y otros posibles ataques.
Encima de la base se sitúan 71 plantas de oficinas. Sobre las mismas se encuentra un observatorio de tres niveles.
Una década en construcción
Aunque la primera piedra se colocó en 2004, su construcción no comenzó hasta 2006. En abril de 2012, el One World Trade Center se convirtió en la estructura más alta de Nueva Yorkal sobrepasar la altura del edificio Empire State (381 m).
Los ocho años transcurridos hasta su finalización en 2014 se deben a varias disputas por temas económicos, de seguridad y de diseño. Su ubicación, en la intersección de varias líneas de metro y una línea de cercanías, en una zona densamente poblada del Bajo Manhattan, dificultó el trabajo de los equipos de construcción. Su proximidad a instituciones clave como el ayuntamiento, el cuartel general de la policía y los tribunales federales provocó, asimismo, revisiones en el diseño de la seguridad perimetral.
Modificaciones en el diseño de One World Trade Center
2003: Un mix entre los diseños de Libeskind y Childs
Ambos arquitectos trabajaron juntos durante casi un año. El resultado fue un diseño que conservaba el simbolismo de Libeskind pero con una serie de cambios en las plantas superiores, donde se propuso colocar unas turbinas eólicas. Childs creía que la torsión de la torre ayudaría a canalizar el viento hacia arriba para generar energía.
Unos cables, que sugerían los soportes del puente de Brooklyn, envolverían los pisos superiores expuestos.
2005: El diseño de Childs se impone
Con Libeskind fuera de juego, David Childs volvió a replantear un diseño que evocaba la elegancia y simetría de los clásicos rascacielos. El resultado de su propuesta es muy similar al edificio actual. Estos cambios incluían una base cúbica en lugar de un paralelogramo y desaparecieron las turbinas eólicas para colocar el equipo mecánico en la base.
Superando los estándares de sostenibilidad
El One World Trade Center también fue pionero en la utilización de nuevas tecnologías para maximizar la eficiencia, minimizar los residuos y la contaminación y reducir el impacto ambiental.
Las estrategias de diseño sostenible del edificio superan los criterios establecidos para la certificación LEED Gold. La torre cuenta con un sistema de gestión de alta tecnología que optimiza el uso de la energía y la calidad del aire interior según los datos recogidos por miles de sensores.
El edificio también genera parte de su propia energía gracias a sus ascensores con variadores de tensión y frecuencia y motores de elevación, que producen energía mediante el frenado regenerativo como los automóviles de mecánica híbrida. En determinadas condiciones, los motores de los ascensores se convierten en pequeños generadores que complementan la energía de la red de distribución del edificio, reduciendo así la demanda de energía eléctrica.
Además, más del 40% de los materiales utilizados en la construcción de la torre procedían de materiales industriales reciclados. El acero estructural se fabricó con un 95% de materiales reciclados y su "hormigón verde" se fabricó con cenizas residuales recogidas de plantas de carbón.
El 34% de los materiales de construcción se extrajeron, cosecharon o recuperaron, y se fabricaron en un radio de 800 km, lo que redujo aún más su huella de carbono.
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