Autor | Jaime Ramos
El 9 de noviembre se celebra el Día Internacional del Inventor. En esta fecha se conmemora su figura romántica en el recuerdo de una profesión única, pero que en realidad no lo era tanto si consideramos las dificultades y obstáculos con los que los innovadores solían y suelen toparse.
¿Por qué el 9 de noviembre es el Día Internacional del Inventor?
La fecha elegida coincide con el nacimiento de la inventora austriaca Hedy Lamarr. Curiosamente, Lamarr fue conocida en sus días más actriz, profesión que también ejercía, que como inventora.
Pocos sabían que sus dotes científicas contribuyeron al desarrollo del algo tan elemental en nuestros días como son las comunicaciones inalámbricas. El documental "Bombshell: The Hedy Lamarr Story" (2017), relata esa doble vida.
En Estados Unidos, el día del inventor tiene lugar también el 11 de febrero, fecha de nacimiento de Thomas Alva Edison. Sus más de mil patentes, junto a las 200 del coetáneo y rival Nikola Tesla, fueron fundamentales en la revolución urbana vivida a finales del siglo XIX y principios del XX.
¿Cómo afecta la tecnología al crecimiento de las ciudades?
La huella de los inventores permanece en sus creaciones. Sin duda, su labor ha contribuido a modelar las ciudades tal y como las conocemos hoy.
Muchas de las innovaciones punteras de nuestros días, como las tecnologías de iluminación inteligente, de conectividad urbana o las diversas aplicaciones del Internet de las Cosas (IoT), se apoyan en el trabajo previo de los inventores de antaño.
6 inventos que cambiaron la vida en las ciudades
La concepción de la ciudad actual se fraguó durante el siglo XIX. Fue una consecuencia irremediable de las dos revoluciones industriales vividas en apenas 100 años en Occidente. El cambio en los modelos productivos sacudió al mundo, elevando nuevos espacios de convivencia y cambiando la esfera demográfica.
El flujo migratorio hacia áreas urbanas alcanzó cifras únicas en la historia. El 40% de las áreas rurales vieron diezmada su población en Estados Unidos.
Los "tiempos modernos" atraían a las masas a unos planetas cuyas calles olvidaron la oscuridad nocturna y el brillo de las estrellas y en las que los carruajes dejaban paso a los vehículos motorizados. Estas innovaciones pasaron a formar parte del código genético de las urbes.
Iluminación y transporte energético
Hay que remontarse hasta 1875 para encontrar las primeras farolas eléctricas, obra del ruso Pavel Yablochkov. Cuatro años después llegaría por parte de Edison la bombilla incandescente, que perfeccionó la iluminación definitivamente.
Ahora bien, el gran desafío urbano de la energía eléctrica no culminó con la iluminación. La verdadera fuente de problemas la acarreaba el transporte energético. Se enfrentaron a un problema más que actual: el de la eficiencia energética.
La conocida como guerra de las corrientes demostró la valía del marco teórico de la corriente alterna implementado por las patentes de Tesla. La dicotomía que se vivió entonces se refleja en nuestros días en el propio concepto de sostenibilidad en la creación de modelos energéticos coherentes.
El coche eléctrico: nacimiento, muerte y resurrección
El primer coche movido por energía eléctrica demostró su éxito en 1876. Así lo enseñó William Morrison en Des Moines (Iowa). Es decir, en el alba de la automoción la tecnología del coche eléctrico convivió con los motores de combustión.
Tanto es así que, a principios de siglo XX, uno de cada tres vehículos que se vendían era eléctrico. Existían, incluso, postes de recarga, tal y como los conocemos hoy.
La muerte prematura del coche eléctrico no se debió a los defectos de su tecnología. En 1906 un modelo desarrollado por Oliver P. Fritchle alcanzaba los 161 kilómetros por carga. Habría que esperar un siglo para que un coche 100% eléctrico pudiera superar de nuevo esa cifra.
La decadencia de los primeros eléctricos tuvo que ver con el órdago industrial que Ford lanzó con el Model T y llenó las calles de coches, pero también de humo. Ahora los esfuerzos medioambientales y sanitarios se centran en volver a la idea primigenia del coche eléctrico. Estos modelos ya se publicitaban como más limpios en los albores del siglo XX.
Transporte público urbano
Mucho más antigua que el coche es la concepción del transporte colectivo urbano que tanto ha identificado el semblante de las ciudades y que tuvo su origen en el marítimo.
Entre todos los medios de transporte, quizá el más representativo de las urbes es el que se enraizó en forma de railes. Esas redes metálicas han propiciado el paso de trenes y tranvías. El primero de ellos fue el que unió en Swansea y Mumbles, en Gales, usando un vagón tirado por caballos que comenzó su servicio en 1807.
Puede que muchos consideren ya anquilosada la idea de moverse por una única vía. Sin embargo, en nuestros días sigue estando tan en boga como antaño. Prueba de ello son apuestas tan revolucionarias como las cápsulas de Hyperloop.
Puestos telegráficos, cabinas telefónicas y puntos de acceso WiFi
Las cabinas telefónicas se extinguen. La primera, por cierto, se le atribuye al inventor William Gray en 1889. No tardaremos en tener que explicar a nuestros hijos para qué servían. Han constituido una de las imágenes más icónicas de ciudades como Londres. Un símbolo claro de cómo la tecnología de telecomunicaciones impactó en las ciudades.
El origen moderno de las mismas lo encontramos en las comunicaciones telegráficas. Su desarrollo se produjo con una serie de inventos que comenzaron a finales del siglo XVIII.
Así, Georges-Louis Le Sage llevó a cabo uno de los primeros prototipos en 1774, en el que cada letra del alfabeto se relacionaba con un cable. El desarrollo parejo en el dominio de la electricidad permitió nuevos avances en décadas posteriores, como el de Samuel Thomas von Sömmering en 1809. Su telégrafo comunicaba mensajes a varios kilómetros de distancia recurriendo a la corriente eléctrica.
Los experimentos derivaron en décadas posteriores en una red de telecomunicaciones y en un auge de las tecnologías de la información. En lo que se refiere al telégrafo, el intercambio de información se comercializó a través de compañías telegráficas y, en 1851, el código Morse se estableció como estándar internacional. Aunque estos modelos nos parecen hoy alejados y remotos, sentaron las bases de la conectividad urbana.
El ascensor y la conquista de los cielos
El ascensor no posee una fecha de nacimiento concreta. Ya en la antigua Grecia y Roma encontramos soluciones similares, utilizadas en el mismo Coliseo.
Sin embargo, hemos de mirar de nuevo al siglo XIX para entender la tremenda aportación que supuso. El inventor Elisha Graves Otis (padre del posterior imperio que dominaría el sector) estrenó su modelo en la Exposición Industrial de Nueva York de 1853. El mecanismo es el precursor de los utilizados hasta la fecha.
Resultó el instrumento fundamental para que los edificios pudieran ganar altura. La silueta de rascacielos acristalados que identifica catedraliciamente a las ciudades inteligentes se la debemos a este invento. El ascensor posibilitó una revolución en el sector inmobiliario de finales del siglo XIX e impulsó el crecimiento económico en la ciudad hacia nuevas cotas.
Baños públicos: vivi civitatis
Más allá de las innovaciones, el concepto de comunidad se alza como un valor imprescindible de las ciudades inteligentes. La cohesión de la misma tiene su equivalencia en la calidad de vida de sus habitantes y en la difícil determinación de la felicidad urbana, a la que todavía no se le puede asignar un algoritmo concreto.
El origen de la ciudad social es tan primitivo como el de la propia ciudad. Ahora bien, sí que podemos echar la vista atrás a los primeros centros de ocio moderno, que se remontan en este caso mucho más allá del siglo XIX.
Hablamos, por ejemplo, de las termas romanas. Toda ciudad romana que se preciara contaba con esta suerte de baños públicos. El verdadero valor de estos estriba en que eran algo más de lo que entendemos por baños públicos. Se convirtieron en lugares de encuentro social y de ocio con la valiosa excusa de potenciar higiene y salud. Además de ello, las termas romanas se consideran los primeros gimnasios de la historia.
Un par de milenios después los planificadores urbanos trabajan para dotar de la misma polifuncionalidad a las edificaciones, como ocurre en los desarrollos de uso mixto.
Como se puede comprobar, la tecnología y el sentido social de las ciudades inteligentes no es tan contemporáneo como podría parecer. Posee una profunda base histórica en la que se apoya y en la que, inventos e inventores jugaron un papel protagonista.
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