Autor | Jaime Ramos
La gestión del flujo masivo de datos otorga innumerables virtudes urbanas. Constituye una base imprescindible para las soluciones tecnológicas más prometedoras del siglo, como la conducción autónoma o la neutralidad de carbono en las ciudades. Pero, ¿tiene un lado oscuro?
IoT: ¿Es el Big Data peligroso?
El Gran Hermano, la Psicohistoria, Neuromante… El género de la ciencia ficción lleva décadas nutriéndose de la distópica idea de una realidad teledirigida. Los demonios que asolan el sueño del Big Data parten del mismo patrón.
Una vez damos nuestro consentimiento a la cesión de datos personales, inician un viaje complejo y, sobre todo, misterioso. Puede comenzar como un sencillo intercambio de información comercial. El que se da, por ejemplo, cuando contratamos un servicio a través de una plataforma. Pronto reparamos en que la información prestada se utiliza para remitirnos anuncios de servicios similares. Sin embargo, la cosa no termina ahí.
¿Se presta el Big Data a un uso malicioso?
La información que atesoran de esta manera gigantes como Google, Amazon, Alibaba o Facebook no se almacena solo en sus granjas de datos. Recala en las manos de otros tantos actores, con intereses desconocidos y sobre los que no tenemos control directo.
Pero, ¿es tan relevante que una compañía o administración con sede a millones de kilómetros conozca los hábitos de limpieza de nuestro robot aspiradora o qué tipo de series en streaming consumimos? Aunque no lo parezca, puede resultar crucial según los fines a los que se destine esa información y, sobre todo, pasado por un tamiz no individual sino colectivo.
¿Cuáles son los riesgos del tráfico de datos en las ciudades inteligentes?
Las ciudades inteligentes son una de las principales aludidas de los usos y abusos del tráfico de datos. Para que las soluciones de movilidad, gestión del tráfico urbano, racionalización energética o las relaciones con el IoT tengan el éxito que se pretende, hay que sopesar las consecuencias de conocer en tiempo real o gracias a almacenes de datos qué hacen los ciudadanos. Estas son algunos de los peligros y riegos más significativos.
Pérdida de privacidad
La privacidad es el primero de los derechos que tiembla ante los prodigios del flujo descontrolado de datos. Según Rebecca Herold, CEO of The Privacy Professor, en declaraciones a Csoonline, "va a ser progresivamente difícil hacer cualquier cosa sin tener un nexo de identidad asociado".
Se refiere a que, por mucho que se intente mantener el anonimato de los usuarios, los procesos y estándares de innumerables tecnologías necesitan guardar ciertos datos personales para que sus soluciones tengan sentido. Ocurre con todo dispositivo con sensores y al que llamamos inteligente.
En un principio se pueden recoger métricas de uso sobre aspectos como el uso de una aplicación municipal o los parquímetros sin aportar datos como el nombre del usuario, pero cuando se cruzan los datos con su posicionamiento geográfico y hábitos, resulta trivial asociarlos con la persona que se encuentra detrás del teléfono móvil o servicio utilizado. Y a mayor cantidad de información, más fácil resulta dar marcha atrás en el proceso de anonimización.
Discriminación
Los análisis de grandes flujos de datos pueden incluir inexactitudes y alimentar prejuicios inintencionados. Así, los sistemas que utilizan este tipo de datos pueden terminar por ejercer algún tipo de discriminación.
Se da, por ejemplo, cuando se aplican criterios de selección más generalistas que terminan por generar una discriminación individual, por no hablar del potencial discriminatorio si detrás se esconde un uso ilícito.
Después de todo, uno de los grandes temores en el ámbito urbano es la utilización de Big Data e IA para sofisticar instrumentos de control social. Imaginemos, por ejemplo, una herramienta para detectar infracciones de tráfico en tiempo real, pero con criterios diferenciadores entre tipos de vehículos según su motorización, como ocurre en las zonas de bajas emisiones de las ciudades.
Ciberamenazas
La seguridad en las ciudades pasa de las calles a la "nube". En los últimos tiempos hemos comprobado que pocos están a salvo. Los ciberataques a ciudades se incrementaron a partir de 2019. En 2020, hasta 104 administraciones locales los sufrieron solo en Estados Unidos. Un fenómeno que también afecta a los hogares inteligentes.
Lidiar con estos desafíos requiere que ayuntamientos y administraciones se impliquen en el desarrollo de sistemas municipales, elevando los estándares éticos de los algoritmos o apostando por sistemas de monitorización de infraestructura urbana implementados.
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