Autor | M. Martínez Euklidiadas
El Coliseo es un icono de la Roma Imperial debido a su condición como una de las edificaciones mejor conservadas de su era. Sin ser el más grande, ni el más relevante del Imperio, el Anfiteatro Flavio es el edificio que todos recordamos de Roma. ¿Fue importante en la época? ¿Qué supuso para el urbanismo de la ciudad?
No cabe ninguna duda que su extraordinaria construcción se convirtió en un hito de la arquitectura clásica y de la fundación de la ciudad como parte central del Imperio. Lo que hoy es un edificio emblemático e histórico estuvo un tiempo repleto de vida, sudor y sangre, fluidos que definían el ocio de la época. Así fue el Coliseo, un edificio que sigue dando espectáculo dos milenios después.
Entretener a la ciudad del millón de habitantes
En el siglo I la ciudad de Roma era una urbe de más de un millón de habitantes en un planeta con algo más de 200 millones de personas. Ninguna otra ciudad del mundo ha concentrado a tanto porcentaje de la población humana, y un entorno así necesita distracciones.
Con un aforo para 65.000 personas gracias a sus ochenta filas en forma de gradas, durante siglos a la sombra de los toldos, el Anfiteatro Flavio se construyó para dar espectáculo público a tantas personas como fuese posible. Fue, literalmente, el regalo de Vespasiano al pueblo. Una forma de soborno ante los excesos de los dirigentes políticos.
A medida que crecen, las ciudades del mundo van teniendo la capacidad de crear nuevas infraestructuras gracias a la concentración humana. Si a partir de pocas familias es posible abrir una taberna, y una escuela una vez superadas las miles de personas, el Coliseo, precedido por el incendiado Anfiteatro de Estatilio Tauro, fue la demostración de que la ciudad había entrado en una nueva fase.
Como ocurre hoy en día, a menudo las obras públicas romanas se hacían por autobombo y con objetivos propagandísticos. El Coliseo es un ejemplo de libro de esto. Su céntrica posición privilegiada en pleno corazón de la ciudad, en lugar de en las afueras, donde habría sido lo tradicional, da cuenta de ello.
Además, su inauguración duró 100 días y murieron más de 9.000 ‘fieras’ (el maltrato animal era un espectáculo válido en la época), y el pan y circo (panem et circenses) estuvo asegurado durante varios siglos. No fue barato entretener a la ciudad del millón de habitantes, pero el edificio logró esto y más. Pero también consiguió atraer trabajadores, talento y capital.
El Coliseo, edificio tractor de la industria del espectáculo
Uno de los aspectos más olvidados del Coliseo es su capacidad para retener oficios e impulsar nuevas disciplinas de una forma no muy diferente a como cuando hoy en día se construye infraestructura industrial en un lugar y esta empieza a atraer talento. El Coliseo se convirtió en un punto obligatorio de peregrinaje para todo tipo de profesiones.
La primera gran industria en florecer alrededor del edificio fue la de los gladiadores, no siempre esclavos y no siempre a muerte (a menudo era puro teatro), que rodearon literalmente el edificio con construcciones propias. Las escuelas de gladiadores pronto cubrieron parte de esa zona de la ciudad, y con ellas varias forjas, industrias textiles y carpinterías.
El Coliseo se convirtió en edificio tractor de industrias tan variopintas como la náutica o la de domador.
Durante las primeras décadas, antes de que fueran construidos los sótanos, se dio en el Anfiteatro Flavio uno de sus mayores espectáculos: las naumaquias. En ellas el foso se inunda de agua y varias naves simulan o batallan combates navales dentro del recinto. En pleno centro urbano se construían y reparaban buques de combate, o se entrenaban combatientes náuticos.
Otro gran pilar del Coliseo fueron las fieras. Atrajo a todo tipo de negocios a la zona, desde cazadores a domadores, pasando por esclavos y gladiadores cuyo único cometido era combatir (venatores) —o fingir combatir (actores)— contra elefantes, toros, rinocerontes, osos, tigres o leones. En un momento dado la arena acogió a la vez cien leones, cien leopardos africanos, cien leopardos sirios y trescientos osos. Es un hito difícil incluso hoy en día.
El Coliseo como cantera para otros edificios
Levantar el Coliseo requirió ocho años de duro trabajo, del año 72 al 80 del primer milenio de nuestra era. Y eso que su construcción modular hizo más fácil su construcción. Con pisos soportados por arcos de medio punto, este anfiteatro no aprovechó ninguna ladera para su graderío, como era habitual. En su lugar, columnas y pilares soportan el peso y permiten un amplio espacio bajo la grada.
Este espacio era usado no solo para desplazar a miles de personas —bajo el Coliseo hay kilómetros de pasillos— sino para desplegar la gestión del día a día de los espectáculos. Por sus galerías se movían combatientes, gladiadores, trapecistas, bestias o grandes cargas para los espectáculos. Hasta que dejaron de hacerlo. Tras cinco siglos, el Imperio romano cayó, y aunque los bizantinos usaron el edificio durante el siglo VI, pronto se convirtió en una cantera.
La canibalización de infraestructura romana fue muy frecuente durante los siglos oscuros. Los caminos romanos se desmontaban para levantar cerramientos de fincas, la piedra de los templos conformaba iglesias y el Coliseo empezó a desmembrarse a medida que hacían falta elementos constructivos para otros edificios. Y a veces para obtener otros materiales.
Un aspecto relativamente desconocido que arrasó el edificio fue la fabricación de cal viva. Era más fácil destrozar la fachada de mármol, triturar sus planchas y quemarlas para fabricar cal que viajar decenas de kilómetros a por ella. El bronce fue arrancado de la mampostería, y los terremotos de 801 y 847 e. c. no ayudaron demasiado a la conservación del Coliseo.
La arena se convirtió en un cementerio católico a finales del primer milenio, y 500 años después el travertino que cubría el anfiteatro fue arrancado. No fue hasta 1749 cuando Benedicto XIV consagró el edificio, salvando lo que quedaba del expolio.
A principios de 1800 la humanidad volvió a salir a la luz y entró en una nueva fase. Empezó a apreciar el valor histórico del Coliseo y se construyeron los primeros puntales y contrafuertes. Tras varios siglos de reformas, en 1980 la Unesco declaraba el Coliseo Patrimonio de la Humanidad, no sin antes sufrir las calamidades de varias guerras.
En la actualidad el Coliseo es una de las obras arquitectónicas más visitadas del mundo. Casi dos milenios tras su construcción, sigue atrayendo personas, curiosamente, por motivos no muy diferentes de los que dieron lugar a la construcción original. Las personas buscan entretenimiento y nuevas experiencias, y el Anfiteatro Flavio sigue dándoselo.
Imágenes | Dario Veronesi, Ahmed Almakhzanji, Kuhn, Den Harrson