Autor | Lucía Burbano
La energía es esencial en la gestión de las ciudades, de su infraestructura, telecomunicaciones, transporte, y prácticamente cualquier cosa que se nos pueda ocurrir.
Las urbes, como prácticamente la totalidad de la economía global, todavía dependen, en gran parte, de combustibles fósiles en su consumo energético**. Las ciudades consumen cerca del 78% de la energía mundial** y son responsables de más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según las Naciones Unidas.
En **2050, cerca del 70% de la población mundial vivirá en zonas urbanas** frente al 57% actual. Las ciudades son, por tanto, nuestro futuro y el tablero donde se desarrollará la transición hacia la energía neta cero.
El despilfarro energético de las ciudades
Cada vez más alejadas de modelos industriales, el mayor consumo y gasto energético de las ciudades se produce, en general, en el mantenimiento y operativa de la infraestructura construida.
Existen otros sectores que también generan un gasto energético considerable para las urbes, y que son los siguientes:
Alumbrado público
La contaminación lumínica amenaza con acabar con la oscuridad y también genera un gasto importante en los presupuestos municipales. En el caso de España, cuenta con nueve millones de puntos de luz exteriores que consumen unos 5.296 GWh de electricidad al año, alrededor **del 2% total del consumo energético del país.
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Transporte público
Globalmente, el sector del transporte consume entre el 25% y el 38% de la energía con la excepción de Singapur, que ha conseguido que la movilidad urbana sea más eficiente desde el punto de vista energético. El transporte es el mayor consumidor de energía en ciudades como la Ciudad de México, Hong Kong y Ciudad del Cabo.
Tecnologías al rescate
Existen nuevas y prometedoras tecnologías para gestionar, eficiente y sosteniblemente, el consumo y gasto energético de las ciudades:
Redes energéticas inteligentes
La sofisticación, menor coste y competitividad de las energías renovables, unidas al despliegue de 5G y la reducción de costes de tecnologías facilitadoras como el Internet de las Cosas o la medición inteligente impulsarán la expansión de las redes energéticas inteligentes. Estas permiten regular la demanda energética, detectar incidencias y convierten al usuario no solo en consumidor sino también en productor.
Hidrógeno verde
El hidrógeno verde ofrece un gran potencial, sobre todo en el transporte, debido a una huella de carbono inferior a la de los actuales suministros de energía. Algunos proyectos de hidrógeno verde ya están en marcha. En Corea del Sur, una central eléctrica de pilas de combustible en Incheon es la primera central de hidrógeno a gran escala (78 megavatios) que suministra electricidad a 250.000 hogares y calefacción a otros 44.000.
En la región de Baja Sajonia (Alemania), los trenes de hidrógeno del fabricante Alstom sustituirán a 14 trenes diésel.
Inteligencia artificial
Con la ayuda de la IA, las fuentes de energía descentralizadas pueden enviar a la red cualquier exceso de electricidad que se produzca. También realiza tareas de mantenimiento preventivas para evitar fallos. Por último, la creciente adopción de contadores inteligentes está generando datos que los algoritmos de IA pueden utilizar para predecir la demanda y la carga de la red.
Impulso legal
No es una tecnología per se, pero sin el apoyo gubernamental o legislativo que promueva cambios de modelo todo es más difícil. En el caso de México, el país aspira a que en 2024, el 45% de la energía provenga de fuentes renovables. En 2022, el gobierno de la Ciudad de México instaló paneles solares con capacidad de generación de 18 MW para crear el mayor huerto urbano de esta tipología en el mundo. El proyecto está financiado por un fondo nacional para la transición energética.
Fotografías | Unsplash/Andrey Metelev, Unsplash/Jeroen van de Water