Autor | M. Martínez Euklidiadas
Con la degradación de los suelos del planeta, alimentar a las ciudades con un suelo cada vez menos productivo es uno de los grandes retos del siglo XXI. La "carne de laboratorio" se postula como una de las mejores opciones para la carne de kilómetro cero dentro de los crecientes tejidos urbanos. ¿Qué es?
Carne de agricultura celular, haciendo crecer tejidos
La agricultura celular, mal llamada "carne de laboratorio" por las condiciones controladas, limpias y seguras en que se producen los tejidos, promete ser el nuevo gran salto adelante en las técnicas ganaderas para trasladarlas del rural al urbano. Más tecnológica, precisa, ética y local, la carne de agricultura celular es de origen animal pero evita sacrificios o el desperdicio orgánico.
Esta agricultura ‘in vitro’, en su modalidad celular, parte de células de animales extraídas por biopsia indolora, y las cultiva de forma que se reproducen de forma natural en biorreactores controlados. A estos reactores se envían exclusivamente los nutrientes exactos que hacen falta para producir células sanas, que se convierten mediante diferentes técnicas en tejido muscular sano.
La modalidad acelular permite producir otro tipo de proteína animal como clara de huevo, leche o foie gras. En lugar de centrarse en la división celular, biorreactores con diferentes microorganismos fabrican productos derivados de animales. Todo, de nuevo, sin maltrato animal, sacrificios o dolor.
¿Cuáles son las grandes ventajas de la "carne de laboratorio" en las ciudades?
Al igual que ocurre con los cultivos verticales de interior, la agricultura celular tiene como ventaja el aislamiento de los fenómenos climáticos. Al no criar animales en el exterior, eventos como golpes de calor, sequías o infecciones no son posibles. La producción es continua, como en una fábrica, la calidad es alta.
Las condiciones controladas y la higiene evitan por completo las plagas y las enfermedades transmisibles. No es necesario aplicar la veterinaria ni hacer uso de antibióticos ya sea por defecto o de forma preventiva. Tampoco hay animales enfermos, por lo que el desperdicio es menor. Nada se sacrifica. Por primera vez en la historia, podríamos tener ‘granjas’ urbanas sin peligro de plagas.
Por otro lado, la conversión entre proteína vegetal y proteína animal es mucho más productiva. Sin elementos adicionales como huesos, vísceras o sistema nervioso, la agricultura celular se centra en producir la parte nutritiva de los animales, pasando por alto el resto. El ahorro de insumos es elevado, algo crítico en tejidos urbanos sin acceso a determinados nutrientes.
Al poder hacerse en interior, la agricultura celular puede ser carne de kilómetro cero. Cultivada in situ. Las ciudades podrían acercar la producción al consumo, e incluso usar algunos de los flujos residuales para alimentar los insumos de esta producción. Elevar el nivel de autarquía hace a las ciudades más resilientes, y menos predatorias del ecosistema natural.
Algunos retos de la agricultura celular
La consistencia de la carne de biorreactor, por otro lado, aún deja que desear. Al ser un tejido más simple basado en células musculares que no han desarrollado vasos sanguíneos, esta carne tiene una textura rara. La aceptación social tiene este punto como uno de las principales barreras.
Dado que la carne de agricultura celular es carne, no parece ser que necesite etiquetado especial. Lo paradójico es que, pese a la reticencia, también hay cierto grado de curiosidad. Ciudades como Singapur ya han aprobado este consumo, y la demanda es elevada incluso frente al precio.
La reticencia principal proviene de ganaderías, que ante un nuevo desarrollo podrían quedarse obsoletas; así como de ciertos sectores ecológicos que defienden la necesidad ganadera en la conservación de los montes. Aunque ambas requerirían soluciones, la ecología será crítica en conservación de suelos. Cuidar de los ecosistemas ha de ser valorado.
Dado que se trata de una tecnología nueva, la agricultura celular aún es costosa, no es eficiente y hace uso de demasiados recursos, como en su día ocurría con la energía solar fotovoltaica o la aeroponía de plantas verdes. Sin embargo, sus costes e impactos no dejan de reducirse a medida que se investiga.
Es importante que la agricultura celular y la agricultura vertical no se conviertan en barreras entre lo urbano y lo rural al poder las ciudades cortar lazos con el sistema productivo actual —en una relación de codependencia—, sino en una tecnología que facilite una alimentación sostenible y de forma inclusiva.
Imágenes | Reshu Drolia, Paras Kapoor